Tuesday, November 22, 2016

 

Marido de Jueza de Sesquilé también amedrenta


Con comentarios por las redes sociales, Freddy Castro Victoria, cónyuge y apoderado de la Juez de Sesquilé, amedrenta a las personas en su libre expresión.

Por Aldemar Solano Peña
Director periódico Garabatos

Cuando miles de colombianos son obligados a acudir a diario a una tutela para poder recibir atención en salud, pensión y a otros derechos constitucionales, que en ocasiones fallan cuando el ciudadano ha fallecido, la Justicia se ve obligada a recibir una tutela y a despilfarrar papel en unos argumentos expuestos por la defensa de la juez Gloria Patricia Mayorga Ariza contra el suscrito con el fin de limpiar el «buen nombre» de una funcionaria pública que no quiso atender una entrevista para aclarar acusaciones formales en su contra.

Algunas personas de Sesquilé que comentaron la publicación del periódico Garabatos del pasado 12 de noviembre: Denuncian acoso y matoneo por parte de Juez de Sesquilé, se vieron obligadas a eliminar sus comentarios en Facebook porque se sintieron amedrentadas por Freddy Castro Victoria, cónyuge de la Juez y quien dice actuar como su apoderado.

«La invito a que cuide su lenguaje antes de proferir improperios por esta via que para su conocimiento serán sometidos al conocimiento judicial», respondió Castro (sin tilde en vía) a uno de los comentarios de una de las personas que se pronunció sobre el caso de la Juez.

Con este tipo de comentarios, el abogado Castro se atrevió a coartar la libre expresión de personas del común que tienen derecho a ejercerla desde su opinión personal y con sus propias palabras. Se vale del argot jurídico para atemorizar a un pueblo, por idiosincrasia temeroso de la denuncia y de la misma Justicia, cuando es deber de los que la administran promover el ejercicio de las herramientas legales y constitucionales  y hacerlas cumplir donde quiera que haya arbitrariedad.

Le queda mal al abogado comenzar a seguirme en mi perfil personal de Facebook la noche misma de la publicación (sáb a las 23:26) para comenzar a vigilar mis publicaciones personales, que en nada se relacionan con el artículo, y descalificarlas como «amarillismo populista», lo que podría constituir el delito de acoso por parte del señor abogado. ¿Populista? ¿Acaso ando en busca de votos o reconocimiento de mi pueblo? Al parecer el abogado confunde su modo de pensar con la defensa de los derechos de un terruño al que amo.

También le queda muy poco ético al señor Castro Victoria amenazarme en mi perfil personal de Facebook, cuando sobre una publicación de un compromiso por cumplir en la ciudad de Armenia escribe: «Pronto de regreso ya sabe a qué» ¿A qué abogado? No sé a qué se refiere. ¿Me está amenazando? Sin embargo, para que no alegara que huí de la población le contesté: «La señora Juez tiene mi número y estuvo parada frente a mi casa el miércoles en la mañana, tuvo la oportunidad de atenderme y dar su versión que con gusto estuve presto a escuchar, pero si prefiere el desgaste burocrático en la Fiscalíia, que no ha resuelto el robo de los cuadros del Templo, ni los homicidios de Muerte ni del fundador de la “comunidad muisca” etc… pues que así sea.»

A lo anterior el señor Castro Victoria agregó: «Se le informó que acudiera a la Oficina Jurídica y de Prensa del Consejo Seccional de la Judicatura quienes tienen la competencia para atender a personas que como usted ejercer la profesión del periodismo y usted no lo hizo y en contrario requirió respuestas sin que usted este revestido de capacidad jurídica frente a un servidor público…»

En esa afirmación miente el señor abogado. ¿Cuándo me informaron sobre eso? ¿Quién se supone que me informó? ¡Muéstreme el recibido! No mienta, abogado. Esa es una costumbre muy fea. Además estoy seguro que en los despachos que él menciona no tienen respuesta al presunto matoneo hacia los escribientes ni sobre los improperios que al parecer pronunció su cónyuge contra el Municipio, según las denuncias en su contra.

Está muy equivocado el abogado Castro Victoria al suponer que debo ostentar alguna investidura para hacer preguntas. Ese es mi oficio: preguntar. Y como ciudadano puedo opinar. Y como sesquileño me siento llamado a defender a mis paisanos y la honra de mi pueblo. Esa investidura me la da la libre expresión y la búsqueda de la verdad como ser humano que habita en este país y en este planeta. Aunque lejos de ser óptima, estamos en una democracia y no en una dictadura.

En cuanto al subrayado del quinto párrafo anterior, le pregunto a la Juez: ¿Qué hacía parada frente a la casa de mi familia la mañana del miércoles 16 de noviembre? ¿Por qué no tocó el timbre? ¿Por qué observó hacia adentro e inmediatamente se alejó e hizo una llamada por su celular? El testimonio de la persona que la vio puede servirme como prueba de un acoso, de persecución o posibles represalias contra mi familia. ¡Eso puede ser de mucha gravedad!

El profesional de las leyes, Freddy Castro Victoria puede llamarme «amorfo y neófito del derecho», no lo voy a negar, lo soy. No estudié Derecho, profesión que respeto porque conozco a muchos que la ejercen con ética, pero me valgo del sentido común, del uso de razón, de la sed de conocimiento y de una búsqueda constante de lo más cercano a la verdad para actuar en mi oficio y tratar de construir un «buen nombre» que al final de mi existir será lo que deje. 

Y sí, estimo que la justicia no funciona, no es diligente y no es justa en muchos casos. Lo invito a que compre y lea mi libro: Boleta de Captura, el fiasco de la Fiscalía (2011), allí hago una exposición suficiente. Son incontables los casos en Colombia para demostrarlo: desde Gaitán y su defensa en el caso del periodista Galarza Ossa hasta el asesinato de Jaime Garzón. ¡Impunidad constante!

El señor Castro Victoria debería conocer, como presume de sus estudios en Derecho, que a un ciudadano que ejerce el oficio de la información se le debería responder con argumentos a las preguntas sobre las acusaciones que terceros confiaron (bajo la reserva de la fuente), para lo que le recomiendo releer o conocer, si aún la desconoce, la Sentencia T-298/09 sobre los deberes constitucionales de los Medios de Comunicación, que recalca: «cuando una persona ha decidido voluntariamente convertirse en un personaje público o cuando tiene el poder de administrar de alguna manera el poder del Estado, tiene el deber de soportar mayores críticas y cuestionamientos que una persona del común que no ostenta poder público alguno y que no ha decidido someterse al escrutinio público».

Amedrentamiento
En cuanto a algunos de los comentarios de Castro Victoria en las redes sociales le indico lo siguiente para que aumente su conocimiento, que finalmente eso es lo que diferencia nuestro cerebro del de los demás seres vivos:

«No ser abogado hace facil la tarea del periodismo». A fácil le hace falta la tilde, ser abogado debería hacerle fácil la tarea de redactar correctamente, además le informó que para ejercer la tarea del periodismo no se requiere título de Derecho, ni siquiera Tarjeta Profesional  pues en Colombia «se considera como una actividad de libre ejercicio, por lo que su desempeño no requiere del cumplimiento de requisitos específicos o de la expedición de tarjetas o de licencias para tal efecto.», según el concepto Jurídico 513825.

Le recomiendo al abogado Freddy que revise el Estatuto del Periodista, que reemplazó la Ley 51 de 1975, que con ponencia del magistrado Carlos Gaviria amparó así la libertad de prensa. En cuanto a la idoneidad y a la ética que a me obligan, tengo para respaldarla con 18 años de experiencia de irreprochable ejercicio de este oficio que es mi pasión de vivir y del que pueden dar fe los medios que me han permitido ejercerlo.

El abogado y su cónyuge, esposa o compañera permanente y defendida no pueden alegar populismo, ni siquiera interés particular o económico de mi parte pues, en primer lugar los denunciantes no son allegados míos, ni siquiera paisanos o residentes en el Municipio y mucho menos recibo pauta publicitaria en el blog Garabatos, o pasquín como lo considera, como antes sí se hacía como medio impreso.

Esta aclaración debe ser tenida en cuenta por la autoridad competente sobre la actuación de la funcionaria, sea  la Sala Disciplinaria del Tribunal de Cundinamarca o a quien le corresponda, para que no sea incriminado el medio de comunicación que pone en evidencia una presunta falta a la actuación ética de una servidora pública, sino que se escuche a los afectados que buscaron a este medio para manifestar su vulneración y se proceda a investigar y a velar por la defensa de sus derechos.

Castro Victoria se contradice al responder a un comentario de una ciudadana:  «consulte al periodista aldemar solano peña» (en minúsculas) y a renglón seguido agrega: «Quien debe probar ante las autoridades judiciales el presunto matoneo y acoso laboral que denuncia irresponsablemente”.

En esta afirmación el abogado determina irresponsabilidad de mi parte desconociendo mis fuentes, documentos o soportes con los que protejo mi profesionalismo, por lo que claramente está incurriendo en el delito de calumnia. Es él el que debe probar que la publicación es irresponsable y no revertir la carga de la prueba al ofendido. Lo invito a que revise sus apuntes universitarios sobre el onus probandi.

Ahora, cuando usted se notifica mediante un comentario público a través de las redes sociales, con su nombre, cédula y Tarjeta Profesional, «obrando en representación judicial según poder otorgado» por su cónyuge y me cita a una «reunión extrajudicial», de inmediato me da la razón en la solicitud que le hice a la señora Juez en su despacho con antelación a la publicación de la nota, que tenía como propósito conocer su versión de los hechos. Es decir, la Juez se rehusó a recibirme y ahora que estoy a más de 300 kilómetros de distancia me acusa de no asistir a una reunión donde asume que debí revelar mi discreción profesional.

Se confunde el abogado en el ejercicio de su profesión al citarme por redes sociales a una reunión «extrajudicial» que carece de carácter de obligatoriedad y al considerar que le revelaré la reserva que me ampara la Ley, más sagrada que el secreto de confesión, pues el miedo de los denunciantes a las represalias es latente, máxime si algunos de ellos ya recibieron llamadas de la implicada tras la publicación; soportes que solo en última instancia demostraré ante la autoridad superior disciplinaria de su defendida y con acompañamiento de la Fundación para la Libertad de Prensa.

En este punto, además de atropellar el arte de la redacción, Castro Victoria comete el delito de injuria al reprochar mi actuación: «instancias que usted omitió de manera irregular e ilegal consultar, para cumplir con su papel de periodista, sin invadir derechos personalísimos tutelados por la constitución política, la Corte Constitucional y los tratados constitucionales, como el respeto a la dignidad humana, que el periodismo no puede conculcar o violentar suplantando como particular funciones asignadas a las autoridades de la república…»

No le voy a dar clases de redacción gratis al profesional Castro, por eso me tendría que pagar, pero en lo que logro deducir de ese escrito mal redactado y sin mayúsculas, parece que apoyara la idea de que solo su cónyuge, como funcionaria de la República (con mayúscula) es la única que puede valerse de su autoridad para invadir los derechos de sus empleados y de irrespetar su dignidad humana.

En cuanto al buen nombre, la funcionaria debió preservarlo en todo momento. Incluso en el trato hacia sus escribientes, pues en síntesis, en eso consiste la denuncia de la publicación del pasado 12 de noviembre. ¿Cómo puede un funcionario exigir «buen nombre» si varios testimonios dan cuenta de lo contrario? El buen nombre no se exige con tutela, se gana con una trayectoria intachable y un comportamiento ejemplar como ser humano y eso es lo de lo que al parecer carece la funcionaria, según los ofendidos.

No me invierta la carga de la prueba, abogado Castro Victoria. No me devuelva los cargos de matoneo, de vulneración de derechos y de intromisión en la vida privada, que según las denuncias, es su defendida la que ha cometido todas estas faltas. No silencie la búsqueda de la verdad, no amedrente con argot leguleyo mal redactado el ejercicio de la libertad de expresión y el anhelo de la verdadera justicia.

Eso no le queda bien a un defensor, titulado y con tarjeta profesional como a usted. ¿Qué dirán sus decanos? Otra de las acusaciones, que omití en la publicación, es que usted hace uso de las instalaciones y los equipos del Juzgado de Sesquilé. Eso no es ético, señor profesional. Eso se llama peculado, abogado.

Amenazas
El abogado Castro debe demostrar que su defendida «ha recibido agresiones e improperios contra su honra», como al parecer los cometió contra sus escribientes, aunque conociendo la tranquilidad de los sesquileños dudo de la veracidad de su afirmación. Mis paisanos no tienen espíritu belicoso, de lo contrario, se hubieran manifestado con carteles a las afueras del despacho exigiendo el traslado de su defendida. Es lo más honroso que podría hacer. Es más, le informo que a raíz de la publicación, son muchos más los que se acercaron a expresarme su inconformismo con el actuar de la servidora pública, que devenga del erario que se alimenta con el pago de los impuestos de la gente trabajadora. Manifestaron que muy pocas veces acude al despacho y que es usted el que «hace y deshace» en la oficina en la que ella funge como titular.

Esta pareja de representantes de la Ley pareciera ser una muestra del deterioro de la confianza del ciudadano del común en las instituciones, especialmente en la Justicia en un país sediento de este principio que ha sido anhelo de la civilización a lo largo de la historia.

Tutela
El pasado lunes, 21 de abril, fui notificado telefónicamente por una mujer que aseguró ser la secretaria del Juzgado de Chocontá, de la admisión de una tutela en mi contra, que al parecer allegarán a la residencia de mi familia en Sesquilé y a la que deberé dar respuesta en menos de tres días aunque a la fecha no la conozco.

Le aclaré a la secretaria que no tendré la posibilidad de acceder a esos folios si el aparato judicial no se encarga de hacérmela llegar hasta el lugar donde resido, en Pereira, Risaralda, pues no es deber de mi familia entrar en gastos o diligencias que le competen al Estado.

Por cuestiones obvias de seguridad y luego de constatar el amedrentamiento ejercido por el abogado Castro Victoria a través de las redes sociales, no me siento en la confianza de suministrar la dirección de mi residencia.


Por último, considero inconcebible que los recursos del Estado se ocupen de manera expedita en la defensa del «buen nombre» de la representante de la Justicia en Sesquilé, sin que prime la investigación de las acusaciones en su contra y no ejerza la misma agilidad y transparencia con casos urgentes para la resolución de conflictos o delitos graves a los que acude a diario el ciudadano del común.

Comments:
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