Saturday, April 05, 2008

 

Margarita Velandia Uchuvo


Ejemplo de vida
Muchas veces nos quejamos por cosas que tienen solución y que realmente dejan de ser graves cuando conocemos personas que realmente tendrían una razón para quejarse… Margarita, por ejemplo, nos recibe en su habitación con rostro radiante, ojos vivos y una enorme sonrisa que demuestra el gozo que siente al ser visitada y oculta el sufrimiento que padece desde hace diez años, cuando una trombosis la dejó paralizada.
Esta sesquileña se marchó para Bogotá cuando tenía 20 años, a trabajar con Leovigildo Muñoz, montó luego una lavandería que apenas le daba para pagar el arriendo y por último una tienda al sur de la Capital. Con un peso de 90 kilos, una mañana de marzo de 1998 la sorprendió la enfermedad cuando al intentar levantarse cayó al suelo sin poder moverse. Sus dos perros trataron de auxiliarla hasta que tiempo después los vecinos de la tienda llegaron en su ayuda. Una vez en el Hospital del Carmen el médico le explicó que la retención de líquidos era la causa de su obesidad y de la trombosis que le sobrevino. Costosas terapias y tal vez un clima cálido le harían bien más los recursos no daban para ello. Por fortuna no estaba sola en la vida, su único hermano Manasés la llevó para su casa en Sesquilé. En su lecho se resignó a soportar los dolores en su cuerpo ante el mal que le producen los calmantes. Se refugió en la oración y al poco tiempo le llegó lo que para ella fue un regalo: la emisora, con programas como el de la hermana Susana “Un mensaje de optimismo” hecho para los que sufren en el Señor, “Caminando con Jesús” que hacía el P. Timoleón, y por supuesto el Santo Rosario. También la televisión era su compañía hasta que ésta se dañó.
El pasado 24 de septiembre, Margarita cumplió 60 años y éste mes de marzo 10 de enfermedad, llevaderos con la ayuda de Manasés quien después de barrer el pueblo llega a atenderla, de su pequeño sobrino Fabián que le colabora y por supuesto de la señorita Magdalena Latorre que le lleva la Comunión, la baña y la consiente. Como sólo puede usar su mano derecha, se vale de un palo de escoba para acomodarse y de un manubrio colgado del techo; en él sus sobrinos le adaptaron un interruptor para encender el radio y la luz.
Mientras ora, lee y escucha noticias espera a que “Dios encuentre la lista donde está su nombre para el llamado” dice jocosamente Margarita o “Caminando con Jesús” como le apodaron al reclamar el programa que tanta falta le hace.

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